ESCÁNDALO Y
REVELACIÓN EN SANTANDER
La programación en Santander de “La
revelación “ de Leo Bassi por parte de la Universidad de
Cantabria y la Obra Social
de Caja Cantabria ha supuesto un escándalo para ciertos sectores católicos
ultra conservadores, al tiempo que una revelación de que hay grupos y
mentalidades recalcitrantes que todavía no han
asimilado algunos principios básicos de una sociedad democrática.
Santander y toda Cantabria, “linda tierruca” privilegiada por la
naturaleza es todavía, a pesar del destrozo urbanístico que padece, un bello
lugar para vivir y donde se disfruta de una aceptable oferta cultural, pero, de
cuando en cuando, te quedas muda y abochornada, por algunas actitudes y ciertos
personajes, vestigio de una larga historia de reacción y conservadurismo.
Cierto que en otras ciudades también ha habido algo de alboroto
con este espectáculo, pero sin llegar a este alarmante nivel. Aquí, aunque
promovido por una minoría bien organizada que se sentía escandalizada en su
acepción de “daño espiritual”, por una obra que ¡ojo! ninguno de los
escandalizados había visto, ha supuesto también un escándalo, en su acepción de
“tumulto” que ha ocasionado otros no pequeños sucesos escandalosos:
Bajo la presión de los curas, fieles devotos, y algunos comparsas
seguidistas de la consigna, mediante correo electrónico, homilías parroquiales,
cartas al director, Comunicado en la prensa del Obispo, etc., el Consejo de
Administración de la Obra Social
de Caja Cantabria, quince días antes del estreno, acuerda desvincularse de la
representación programada y cede al chantaje orquestado, sobre todo por la
amenaza de la retirada masiva de cuentas de la entidad. Estupendo: parece ser
que sólo estos católicos radicales son sus clientes, olvidando que la labor
cultural de la Obra Social
la pagamos todos los clientes de la
Caja y resulta inadmisible acatar su censura previa y sus intentos
de que se suspenda una función porque a ellos les molesta.
Más escandaloso aún, porque atenta a una moral universal que
condena el cinismo y la mentira, es que Caja Cantabria haya aducido “problemas
de orden técnico”, descarada falsedad que hace sin embargo pública en un
anuncio de prensa (2/12/2006) y como ello no debe de contentar suficientemente
al Obispado añade en un segundo remitido publico (11/12/2006) que no ha
mantenido relación contractual con Leo Bassi ni realiza aportación económica alguna
para esta representación. Atónitos quedamos, porque se puede certificar que la
programación desde el Aula de Teatro de la UC de esta
XVII Muestra, una más de una sólida trayectoria de gran calidad, estaba
aprobada y financiada por la Caja
desde el mes de septiembre. Un paso atrás inesperado que esperemos haya sido
meramente coyuntural.
Escandaloso es igualmente que, sostenido el espectáculo por parte
de la Universidad en justa defensa de su autonomía y de la libertad de expresión,
firme hasta el final contra la presión que trataba de vulnerar el principio
universitario de ser el espacio natural para el ejercicio de la libertad de
pensamiento y de crítica, un nutrido grupo de católicos enfurecidos,
increparon, insultaron y zarandearon en la entrada a varios espectadores, entre
ellos a miembros del Gobierno Regional.
Asistimos así finalmente a dos espectáculos. En el de fuera, me vi
inmersa en un túnel del tiempo, treinta años atrás, un escenario de crucifijos
y velas, cánticos religiosos y pancartas contra los blasfemos, y en la
increíble paradoja de que quienes se sentían insultados por el montaje teatral insultaban
y pitaban enardecidos; quienes pedían tolerancia mostraban su clara
intolerancia con quienes discrepan con sus ideas y quienes solicitaban respeto
se manifestaban no sólo sin atisbo del mismo hacia los demás, sino incluso
agresivos contra quienes acudíamos pacíficamente a una actividad cultural.
Pero esto con ser serio, puede resultar casi anecdótico. Lo que me
parece más importante es que estas gentes piensan que la libertad religiosa
impide la libertad de crítica a sus principios religiosos por parte de quienes
no crean en ellos; que la libertad de expresión, opinión y pensamiento tiene
que estar encerrada dentro de sus dogmas y barreras; que no se puede hacer crítica y menos burla de lo que para
ellos es sagrado e intocable. No pueden concebir que para los agnósticos, los
ateos, los no creyentes, las religiones no son verdades reveladas, que
expliquen ni den sentido al mundo.
También es falaz el argumento de los
católicos que no se puede pagar esta actividad cultural con dinero público. ¡Vaya…!
¡Pero si en España se está financiando a la Iglesia Católica con miles de
millones del presupuesto público de todos los españoles, si estamos pagando, por
ejemplo, todos sus gastos en la enseñanza concertada de sus numerosos colegios confesionales…
Los grandes beneficiarios del dinero público intentan negarnos hasta las
migajas a los contribuyentes que no somos creyentes.
¿Por qué los ciudadanos, aunque seamos minoría, no tenemos derecho
a ver, no tenemos derecho a pedir a nuestros poderes públicos, un teatro
comprometido, una visión artística que cuestione los diferentes sistemas establecidos?
Y, como en este caso, ¿por qué no se
puede financiar y pretenden prohibir la asistencia a un espectáculo que se
declara partidario del laicismo?
Es hora ya de que los católicos aprendan a respetar a los laicos.
Y que al igual que ellos defienden y hacen constante publicidad de sus
principios, los no creyentes tenemos derecho a argumentar nuestras convicciones
por todos los medios de que ellos disponen. Tienen que aceptar que existen
personas, en este caso un artista, que ha decidido militar en el campo de la
razón y el laicismo, que quiere hacer proselitismo de sus ideas, invitando
incluso ¿y por qué no? a abrazar la apostasía.
Por otra parte, hay que preguntarse ¿a dónde habría llegado la
cultura si no hubiera habido a lo largo de la historia quienes se han atrevido
a criticar usos y modos, creencias y dogmas? Abundan, que no sobran, los ejemplos
contra las barreras dogmáticas y los fanatismos, contra la rancia y casposa
tradición que intenta sepultar y marchitar el espíritu creador y el pensamiento
crítico: el Libro del Buen Amor y El Lazarillo, El Quijote y El Buscón…, a
pesar de la persecución y la censura inquisitorial de su época, sobrevivieron y
por su calidad indiscutible figuran entre los clásicos de nuestra literatura. Y
en nuestra actualidad, ¿también nos querrán prohibir las películas de Almodóvar,
las parodias de Monty Python o los dramas de Harold Pinter?
Afortunadamente, hay muchos creyentes que no comparten estos
fundamentalismos. Y al final pudimos ver y juzgar “La revelación”. En mi
opinión, desde el punto de vista artístico, el espectáculo tiene calidad
sobrada y estuvo más que bien y Leo Bassi se superó a sí mismo en este montaje
desafiante contra el oscurantismo religioso y lúcidamente provocador de las conciencias
adormiladas en favor de la razón y el laicismo.
En la abarrotada sala de la Facultad de Medicina esa tarde se respiró
libertad y se disfrutó de un humor, irreverente y burlón, pero también
reflexivo, en especial contra ciertas polémicas posiciones de la Iglesia Católica
(sexo, sida, guerras santas, conflicto israelí-palestino…) Y, contra todo pronóstico,
sin caer en la injuria ni el mal gusto.
Santander, diciembre de 2006
ISABEL
TEJERINA
Miembro del Consejo de
Dirección del Aula de Teatro y catedrática de la Universidad de
Cantabria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario